Si aceptamos el desafío, de prestarles bastante atención, los bebés quizás tengan la última palabra en lo que se refiere a cosas que enseñarnos a los adultos. Y sin usar palabras…

1. Somos criaturas dependientes.

Aunque en ocasiones exageremos nuestra autonomía e independencia. Haber sobrevivido hasta la edad adulta ha significado un trabajo continuo de atención a todas horas. Los bebés nos recuerdan que nadie se hizo a si mismo. Por lo tanto somos el producto de los cuidados y atenciones de otros y estamos en deuda con ellos, especialmente con nuestra madre. Si, quizás ahora sea un buen momento para coger el teléfono y llamar a mamá.

2. El significado del amor.

Como adultos damos amor, en algunas oportunidades, esperando recibir algo a cambio. Los bebés en cambio reciben todo nuestro amor, pero ellos no tienen este punto de vista. Ellos no pueden hacer muchas cosas por nosotros, duermen la mayoría del tiempo y tienen poco que decir. Sin embargo les ayudamos.

Ellos nos enseñan acerca del más puro y verdadero tipo de amor, libre de ego. Es dar afecto sin una expectativa de retribución. Es dar amor simplemente porque alguien más necesita la ayuda y nosotros podemos darlo.

3. La gente por lo general no es mezquina, solo es que están cansados y asustados.

Los bebés no pueden – desde luego – comunicarnos con palabras que les ocurre. Tenemos que adivinar qué es lo que pasa. Y somos muy generosos en esas interpretaciones. Cuando ellos gritan, no los acusamos de ser viles o autocompasivos. Cuando ellos golpean o dan patadas, asumimos que deben tener miedo o algo les duele. Prestamos completa atención, cuando vemos al bebé, del hambre que pueda sentir, o si tiene mala digestión o si le afecta la falta de sueño y por eso llora. Podría ser muy positivo aplicar un método similar de interpretación a los adultos que nos rodean, en la calle, el trabajo y en casa. Y ver que a esas personas les afecta, como a un bebe, la confusión, el miedo y el agotamiento.

4. Tenemos más en común de lo que pensamos

Una simple verdad: todos fuimos bebés una vez. Ese pensamiento nos puede permitir conectar con gente que esta fuera de nuestro contexto o que nos resulta extraña o repugnante. El vagabundo, el maníaco, el ladrón. Todos ellos comenzaron en exactamente el mismo lugar que nosotros. Por más diferencias que existan en el presente, compartimos una herencia común. Por lo tanto hay herramientas para tender puentes, identificar a los otros y actuar con compasión.

5. Ellos son artistas.

Ellos corrigen un poco nuestro desencanto y aburrimiento, ya que ellos se regocijan por cosas en apariencia “menos importantes”. Una taza con un tipo peculiar de tapa. Una flor. Un charco. La luz del sol sobre la alfombra. El gusto de la leche.

Las cosas que tan injustamente se han hecho aburridas para nosotros. Vermeer, Renoir, Proust, Tolstoy todos sabían renovar nuestro entusiasmo por las “cosas menores”. Los bebés no son tan diferentes, y merecen un poco del respeto y admiración que de forma natural damos a los grandes artistas.

Estos pensamientos relacionados con que una vez fuimos pequeños y frágiles, nos puede permitir salir de nuestras corazas. Como bebes podríamos olvidar de vez en cuando la tensión, el coche, el trabajo y centrarnos en las risas, las caricias y la gente que nos hace sentir bien, sin importar su aspecto.

Via: enpositivo