Los Niños Deberían Volver de la Escuela Con Más Curiosidad Que Deberes

Estas son 9 buenas razones por las que los niños no deberían tener deberes.

Los Niños Deberían Volver de la Escuela Con Más Curiosidad Que Deberes

Eva Paris cuenta en “Bebés y Más” acerca de la situación de los niños que asisten a la escuela durante largas jornadas y vuelven a casa sólo para tener que trabajar más sobre sus deberes.

Más de seis horas semanales es lo que un niño tarda de media en hacer los deberes. 

En ciertos países donde los niños obtienen mejores calificaciones en la escuela, como Finlandia, los deberes no llegan a las tres horas. Podría parecer que a más deberes, mejores resultados académicos, pero nada más lejos de la realidad.

Entonces, si no está ha demostrado que los deberes, al menos como se conciben habitualmente, tengan un efecto positivo, ¿qué se consigue gracias a ellos? ¿Por qué esta obsesión en la mayoría de colegios y maestros por enviar todos los días deberes a casa? Queremos que los niños sean responsables y constantes, pero, ¿se puede lograr algo beneficioso cuando los niños sufren con tanto trabajo y sin tiempo libre?

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Aquí te dejamos nueve buenas razones por las que los niños no deberían tener deberes.

1. Las jornadas escolares ya son lo suficientemente largas como para añadirles dos o tres horas.

El colegio es “el trabajo” de los niños y no se puede alargar cada día como si no existiera una frontera entre el trabajo y el ocio, la relajación.

2. Los deberes impiden dedicar tiempo al juego, a relacionarse con otros niños y a realizar extraescolares que les gusten.

El juego es un derecho de los niños pero parece que en una sociedad obsesionada con las actividades extraescolares impuestas, con la competitividad y con el éxito, el espacio que dedicamos al juego se minimiza. Los niños haciendo deberes se pierden jugar con sus amigos, con sus padres, algo que se debería hacer todos los días y que muchas veces impiden estas tareas.

3. Los deberes impiden dedicar tiempo a la lectura libre.

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Podríamos pensar que al hacer deberes también leen, pero no hablamos de ejercicios o de lecturas obligatorias, sino de leer por placer, de coger un cuento o un cómic que les guste. Los niños también tienen derecho a que les cuenten cuentos, pero muchas veces al acabar la jornada y haber pasado la tarde haciendo deberes con los niños, a los padres no les quedan tiempo ni fuerzas para hacer de cuentacuentos ni a los niños para leer.

4. Los deberes causan tensiones familiares, ya que se condiciona el tiempo libre de todos.

Lo que podría ser una tarde o un fin de semana relajado se convierte en un tire y afloje con los niños porque tienen que hacer los deberes y en una obligación de los padres cuando tienen que sentarse con ellos a hacerlos. Puede que, si a los deberes se les suman exámenes, incluso haya familias que se ven obligadas a suspender alguna actividad de ocio, alguna salida el fin de semana o simplemente una sesión de películas en casa por culpa de estas tareas. Si esto sucede una semana tras otra y un fin de semana tras otro, y más cuando los niños son pequeños, la convivencia se resiente.

5. No se fomenta el trabajo autónomo.

El alumno pequeño la mayoría de veces no ha adquirido en el colegio los conocimientos o destrezas suficientes como para poder desarrollar la tarea que se le encomienda él solo, fuera de clase. Entonces, los padres (cuando pueden) hacen su aparición para ayudar a los niños, pero casi siempre sin que realmente los pequeños hayan aprendido cómo trabajar o resolver cierto problema autónomamente.

6. Los deberes promueven tareas repetitivas, mecánicas, idénticas, sin atender a la autenticidad de cada niño.

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La atención a la diversidad y la educación individualizada son primordiales, pero en la mayoría de deberes que se mandan a casa no se atiende a estos parámetros, de modo que los deberes son una manera de “estandarizar”. Para salvar o más bien tapar las diferencias, se les puede mandar a los alumnos tareas repetitivas y mecánicas que tampoco van a ayudarles a aprender. Además no fomentan la expresión individual ni la creatividad ni la autenticidad del niño.

7. Se obliga a los padres a ejercer de profesores.

En cierto momento se ven obligados a intentar explicarles lo que tienen que hacer e incluso a hacerlo por ellos, porque nos han dicho que parte de la nota del alumno será la realización de las tareas en casa. Esto, en el caso de que los padres sean capaces de ayudarles. Pero, ¿qué sentido tienen los deberes si los hacen los padres? ¿No sigue el niño sin aprender realmente? Y lo que es peor, ¿no seguirá aborreciendo estas tareas que no entiende y que no sabe hacer solo?

8. Los deberes aumentan las desigualdades entre las familias por el nivel cultural y económico.

Esto es debido a que algunos padres podrán apoyar a los alumnos y otros no. Familias con más recursos o estudios que se pueden permitir que el niño vaya a una academia, tenga un profesor particular o ayudar a sus niños a hacer las tareas, frente a otras familias que no tengan posibilidades de ayudarlos por desconocimiento ni posibilidades de que otros les ayuden porque cuesta dinero.

9. Los alumnos aborrecen el estudio por cansancio.

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Todo lleva a lo mismo: a que el niño no obtiene ningún placer con lo que hace, lo cual, tarde o temprano, le puede llevar al abandono. Necesitamos niños motivados para que aprendan y por desgracia los deberes no suelen tener nada de motivadores. Queremos que los niños descubran quienes son y se enamoren de la vida y para eso deben estar interesados en aprender.

Via: Eva Paris